Mi Vocación por la Historia
“la historia de la humanidad es un movimiento constante del reino de la necesidad hacia el reino de la libertad"
Hace pocos días empecé a releer el pequeño trabajo de Manuel Burga Para que aprender historia en el Perú con el objetivo de compartir, como parte introductoria, sus reflexiones con mis estudiantes de Ingeniería quienes llevan para su formación integral el curso de Visión Histórica del Perú y el Mundo.
Durante la exposición de sus principales ideas, me contagié del entusiasmo de los alumnos, y al regresar a casa, empecé a recordar cómo nació esta vocación, a veces ingrata, que es la del ser historiador, pero, en especial, como historiador del presente. Esta vocación no nació en mi persona de forma inmediata, incluso mi madre se sorprendió al decidir inclinarme al mundo de Clío. Sé que, de repente, hubiera preferido tener a su hijo como médico o abogado, pero, a pesar de ello, respetó esa decisión mía cuando ingresé a mi alma mater.
Pero mi camino empezó a ser diferente desde que era adolescente, ya que se inclinaba más al mundo del periodismo. Me agradaba mucho ver los programas de entrevistas, a veces muy punzantes, los de Jaime Bayly o César Hildebrandt. Por mi inclinación hacia el periodismo, incluso postulé algunas veces a la carrera de Comunicación Social. La presión familiar y la búsqueda de una etapa nueva en mi vida hicieron que, luego de los fracasos de ingreso, decidiera postular a la carrera de Historia. El puntaje que obtuve alcanzaba para Comunicación Social. Pero el destino estaba decidido la aventura de la historia empezaba en mi vida.
Recordar mi interés por la historia, me hace regresar a las clases de mi profesor de secundaria Raúl Sotelo Matías quien exponía los aportes de las culturas del mundo. Lamentablemente. la forma memorística y su pedagogía vertical, e incluso autoritaria de ese entonces, me hace hoy día pensar que la enseñanza en los colegios nacionales mantiene rezagos pre-modernos. Pero ese interés aumentó, en especial, cuando me preparé en el nivel pre-universitario y creo que a partir de ahí tomé la decisión de la cual no me arrepiento.
Las clases de historia en la ADUNI fueron muy críticas contra el sistema imperante y los gobiernos de turno. En esas clases, los docentes, que hoy son mis compañeros de trabajo, denunciaban la injusticia, la desigualdad y los diversos problemas del mundo. Eso hizo que naciera, en mí el interés por Historia y la Política. Así, años más tarde, empezaría a dedicarme a la investigación en Ciencia Política.
Ya de cachimbo, hacia los finales de los años noventa, estaba en el sendero de esta profesión; sin embargo, aun no sabía de qué se trataba o qué objetivo tenía. En el primer, año llevé cursos generales. Recuerdo que fue el curso de Introducción a la Historia, dictado por el actual colega y respetado amigo, Francisco Quiroz Chueca lo que me permitió entender el quehacer de mi disciplina. En ese curso conocí a muchos historiadores que reflexionaban sobre la teoría de la historia: las lecturas de Edward Hallett Carr, Fernand Braudel, Jürgen Kocka, Adam Schaff, Lucien Febvre, entre otros. Fueron muy enriquecedoras y hasta ahora siempre las busco y empiezo a releerlas cuando me embarga un sentimiento de afirmación.
Pero considero mencionar tres hechos fundamentales que consolidaron los objetivos de ser historiador. El primero, el haber participado con mis compañeros de base, y hoy destacados profesionales, en los talleres alternativos-políticos que había en la Facultad de Ciencias Sociales y en la de Derecho. Recuerdo un taller en especial donde conocí un texto que me inquietó mucho: ¿Hacemos tabla rasa del pasado? de Jean Chesneaux. Calurosos debates y creo que entusiasmados por el final del fujimorato hicieron que se convierta en nuestra biblia de los primeros años de la carrera, ya que consideramos que el papel del historiador serviría de guía para una transformación social.
El segundo fue el haber conocido, a partir del tercer año, al maestro Carlos Lazo García quien, a través del curso de Filosofía de la Historia y en especial por las entrañables conversaciones fuera de la universidad, se convirtió en un ejemplo a seguir, hecho que consideraban y consideran muchos compañeros de la carrera. A pesar de su opción política, Lazo era un académico y destacado investigador quien toma a la historia como una herramienta para lograr la concientización del hombre con respecto a su realidad, caso que coincidía con los planteamientos de Chesneaux.
Finalmente el hecho fue iniciar desde finales de mi segundo año el camino de la docencia pre-universitaria. Las clases que impartía me obligaban a conocer y profundizar diversos temas y veía en la necesidad de continuar con el ejemplo de lo que aprendí en esas mismas aulas: buscar que los alumnos continuaran con el objetivo de ser mejores cada día y permitiera la posibilidad del aporte y el cambio.
Ser historiador es un reto cada día que pasa y me place encontrar muchos jóvenes que se inclinan por este oficio y en especial por aquellos que quieren un mundo nuevo.